viernes, 21 de agosto de 2009

Día 9. A veces parece más, a veces menos


Ahora han dejado de contarse los días... poruqe algunos pasaron con el afán que tiene el viento por llegar al mar y otros se vivieron detenidos por el calor que hace todo más lento... denso... espeso...
(Amor porteño, Gottan project).
Además de recordar cómo fue recorrer callecitas empedradas e iluminadas como si se estuviera en medio de un cuento... de un cuento del medioevo por supuesto, debo alistar la música que nos va a acompañar a un recorrido nuevo. Ahora, buscaremos Maastricht, una ciudad que dicen luce distinta al resto de Holanda... hay que esperar a ver cómo se siente y a qué huele... dos datos distintivos de cada lugar que piso. También hay que mirar el cielo para saber si hay una tormenta allí en medio, esperando por atrapar algún viajero... Y tomar una copa de vino o una cerveza.... a la luz de un mundo de velitas y aromas, que no son más fuertes que el del vino, pero que a algunos los embriagan más. Antes de almorzar, recordar que hubo un día 7, 6, 5, 4.... pero que quedan días de dos cifras... antes de volver a los caminos conocidos.... y los que se quedaron por conocer.

sábado, 15 de agosto de 2009

Día 1. entre el cielo y el cielo

Hay diferentes formas de estar en el cielo...

Día 1. (ya no me acuerdo la música que estaba escuchando porque el día 1 fue hace 4 días! ahora escucho The flying club cup (Beirut)..)

El mundo sobre las nubes, la posibilidad de caminar sobre silencios no llamados, y de sonreír mirando el mar, cubierto de luz y de cansancio. Y de ver todos los techos que recubren los misterios de cada pedazo de mundo, de este que esta todo, increiblemente todo, bajo este mismo cielo.

Llevo cuatro días sin palabras y parece que vienen más... yo sigo entre un sueño y el sueño, que es la sensación de estar en el cielo.

... la primera palabra no se enlaza a la siguiente, son como momentos independientes. ¿Será una palabra por día y cientos de imagenes ó perderé también las imagenes?



(Creo, Fito Paéz)

Fin. (Toca hacerlo explícito porque no se deja percibir).

martes, 28 de abril de 2009

Sin tiempo ni razón

Y ahora que no hay más cronología -lo que me ayuda bastante porque siempre soy bastante mala haciendo cálculos que impliquen tiempo y espacio- puedo agregar y desagregar la información y las historias, sin derecho ni revés.

Sin tiempo y sin causa.

Con ritmo pero sin respuestas.

Con espacios largos de silencio para que pudieran caber luego todos los alientos que estaban por venir.

A tientas con preguntas que no se ven bien sino en medio de una oscuridad ciega.

Temiendo caminar sobre palabras que se quedaron en medio del camino cuando nos desviamos.

Con la cercanía de las almas entretejidas... pero a destiempo.

Como una luna en el agua


Y por aquí se acaba la cronología, otra vez

Ya no es como antes, cuando ordenada las fotos dentro de un álbum y empezaba por la primera foto del paseo, armando con su orden una historia y un recorrido. Ya no puedo terminar con la última foto. Y ya no es igual que antes, cuando me hacía feliz que la última fuera tomada en el mismo lugar de la primera... el eterno... regreso...

Como una luna en el agua, terminó Cortazar su hermoso capítulo 7 de Rayuela. Y es que ahora es justo así, como una rayuela, en un desorden sistemático que hace de los instantes dulces memorias cuyo recuerdo teje una historia.

Y no es que este exactamente temblando, pero si hay una sensación de levedad sospechosa, de falta de peso, de fragilidad, un movimiento suspicaz que no controlo pero disfruto.

Un silencio como el de la noche en que la luna se posó en el agua, mientras yo veía pasar las nubes y sospechaba que el instante estaba por terminar.

Cómo siendo tan corto un instante, se da el lujo de tener inicio y final. Cómo es que alcanza a anunciarse y despedirse.

Ahora disfruto ser levedad pero más que eso quisiera ser una impronta sobre esa misma agua.

lunes, 13 de abril de 2009

Una pausa para respirar y fotografiar mariposas


Hay que parar.

A Puerto Nariño le dicen el Pesebre del Amazonas. Es un lugar hermoso y tranquilo. Y allí encontramos dos angelitos guías que nos llevaron a recorrer con la tranquilidad de sus ojos todo el lugar.

Es buen lugar para hacer un pare y celebrar que han vuelto las palabras, tejidos de letras y compaces de espera. Que han vuelto las palabras que se habían quedado sin lugar.

Ese es un lugar como para dedicarse a escribir de la manera en que lo hacía mi abuelo. Con pasión y pausa, sin afán, encontrando en cada verso resuelto o en cada párrafo terminado un punto de llegada.

No hay que esperar tanto a veces...

Una mujer con sonrisa de payasita dejó hace poco este mensaje... la vida no te enseña lo que no necesitas aprender... Hay que ser paciente para poderlo entender. Pero un lugar como Puerto Nariño promovió en mi la construcción de la paciencia. (Bueno... al menos un poquito!!).

Sueños sin raíz


Una noche es un silencio largo que envuelve y se lleva la luz para alcanzar a ver lo que los sueños nos trazan en lo profundo.

Los sueños están también de día, pero se vuelven torpes con la luz y con el bullicio. Por eso prefieren esperar las noches cálidas.

Algunas veces, las noches son más largas. Y entonces los sueños aprovechan para quedarse y arriagarse fuertemente.

Después de la noche, llegan las palabras que se han quedado detenidas para volverse planes y proyectos.

La ventaja de estar así en el Amazonas, es que un caudal con tanta agua, y un montón de agua con tanta fuerza, se lleva facilmente lo que parecía arraigado pero no tenía raíz.

domingo, 12 de abril de 2009

Una noche en la selva




Por fin la noche que se cubre de negro total, esta protegida a veces por esta luna que colorea a medias esa selva.

Sin la luna, parece que el sitio es la nada que se ubica en ninguna parte. Con su cubierta, existe la posibilidad de encontrarse goticas de color en medio de los sonidos del agua y los animales nocturnos.

La luz no es suficiente para ver con detalle de cuáles ojos viene alguna mirada o entender cuál es el dueño de los cantos de la noche. Pero permite apaciguar el alma que teme a lo desconocido.

La noche despejada deja ver las estrellas compañeras de camino, las que nos cubren estemos donde estemos. Las nubes que urgen por volverse agua encierran con su manto la luz, y la noche se queda callada, como se espera de una noche en la selva!

Entonces el silencio es compañia para conocer lo que el destello del sol no ha dejado ver en el día.

Un resumen!



Una serie de foticos que resumen una buena parte del recorrido por algunos sitios del Amazonas Colombiano.

Un acto de paciencia!


Ver los delfines rosados en un sueño que dura un segundo. A veces varios segundos cuando estamos afortunados y pasan muchos, pero la emoción perdura como si el instante se quedara grabado.

Es necesario salir a monitorearlos, mirar con atención, olvidar la cámara para tener el tiempo de ver, o dedicarse a la cámara y perderse oportunidades valiosas de verlos cerca.

La vida, es un acto de paciencia.

Parecía que el agua ya nos quería rodear, y que los delfines no querían salir.

!!Un delfin gris!! Quien nos lleva lo dice casi con desgano, como si para mí ver un delfin gris en medio del Amazonos, no fuera también una maravilla.

El cielo cambia de color, de azul claro a gris. El paisaje muestra sol reluciente y lluvia. Los árboles en los que por ahora termina el río, se disfrazan de arcoiris.

Es necesario hacer ruido y hacer silencio, esperar y observar.

Cambiar de lugar una y otra vez. Saber que alguien los ve aunque tu no los has visto. Seguir esperando.

No es solo para esperar a los delfines rosados que hay que tener paciencia. Todo lo que ha de llegar, viene; pero cuando se sueña, cuando se abren los brazos para esperar a que nos sobrevuele y nos arrope.... el tiempo se hace eterno.

Si uno se mueve muy rápido, se lo pierde. Hay que respirar y vivir, y mientras tanto se está esperando.

viernes, 10 de abril de 2009

Como moscas en una telaraña


Este es un pequeño tramo del puente colgante entre los dos árboles.

Me dio mas susto cruzarlo que subir o bajar. La brisa fuerte sumada a los propios pasos lo mantiene en movimiento.

Las mallas son mucho más altas que uno, y evitan que uno pudiera caer, pero mientras uno se toma de ellas para mantenerse en equilibrio se enreda... como una mosquita dentro de una teleraña.

Estando allí no tuve cámara... pero si la hubiera tenido, creo que no me habría detenido a tomar fotos... solo caminé y caminé... para llegar pronto del otro lado!

Conociendo el dosel


Esta foto fue tomada desde la parte alta de un árbol capinury, que es conocido como el árbol de la fertilidad.

Subimos por cuerda hasta llegar a una altura de aproximadamente 35mts, a una plataforma para descansar y observar la selva desde arriba.

Desde este árbol, uno de los más altos de la zona se puede ver el paisaje y por supuesto las aves que se mueven en las copas de sus árboles.

Subir es espectacular y llegar hasta arriba es como un milagro. No por el esfuerzo que hay que hacer, ni por haber superado el temor de ver desde la parte baja el lugar al que hay que llegar, o la sensación de inseguridad cuando estando en la parte alta de la cuerda la brisa fuerte se atreve a moverte. Es una bendición estar allí en medio de un pulmón del mundo... respirando y sonriendo.

El dosel es una zona de la selva que se forma entre las diferentes copas de los árboles. Qué es dosel

La rama que se ve en la foto, es del árbol sobre el que nos encontrabamos. Su tamaño permite suponer un poco del tamaño real del árbol completo. Desde este árbol iniciabamos el camino por un puente colgante que nos llevaría a otro en dónde podríamos iniciar por rapel nuestro descenso.

¿Bajar?!!! Yo me subo.... pero bajar! ayyyy que susto!


Parque Amacayacu



Al fin llegamos al centro de visitantes Yewae del parque nacional natural Amacayacu. Llegamos a la mitad de la mañana, cuando aún quedaba mucho tiempo para conocer. Allí estuvimos por dos noches, y desde el primer momento nos enteramos que todos los caminos que estarían por recorrer a pie debíamos hacerlos en canoa. La inundación llegó hasta las plataformas y daño algunos de los pasos que han sido diseñados para mantener los pies en tierra, aún cuando el agua suba.

Es un lugar para el descanso, para acostumbrar a los oídos al silencio de lo corriente y volverlos atentos a los nuevas músicas y los sigilosos ruidos.

Un lugar en donde parece que el espacio privado deja de existir porque se siente que todo es común. Para empezar se siente que uno es allí un visitante, que llega y pasa, es un mundo con otros dueños. Sus comunidades que tan bien lo conocen, sus plantas llenas de historias, sus animales que se apropian de la tierra y del agua.

Los caminos de las plataformas son apropiados para cruzarse una y otra vez con otros que sonríen cuando pasan, y que se aprenden a reconocer de inmediato en las historias que los siguen.

Los guías de los diferentes planes, así como todos los que trabajan allí son de la comunidad Mocagua que está a 5 minutos, por río, del parque. Es bueno que quienes lo protegen sean quienes lo quieren... no se puede enseñar tan facil aquello que no se ama, y como es dificil amar aquello que se desconoce... lo mejor es acompañarse siempre de un guía de la región.

Rumbo parque nacional natural amacayacu


Desde el puerto hacia el Amacayacu

Al parque nos fuimos en transporte público.

Va parando en los diferentes lugares que hay hasta Puerto Nariño, en donde queda el paradero final.

Este iba todo el tiempo por la parte colombiana, pero también desde aquí salen para las isla de Perú y Brasil.

El transporte fluvial es escaso y más bien costoso. Sale a determinadas horas y nosotras íbamos en el de las 8am. Queríamos aprovechar el tiempo al máximo, porque como dicen "el tiempo pérdido te cobra factura".

Hasta el amacayacu desde Leticia son más o menos dos horas por el río... En este puerto iniciamos nuestro viaje soportadas por las aguas del río en invierno. Un invierno que genera la época de inundación por al menos tres meses en el año y que esta vez, estuvo mucho más fuerte, logrando que la inundación en algunas zonas sea de 10mts más de lo que se esperaba.

Llegando al Amazonas


Casa de huéspedes Mahatu

Acá iniciamos el viaje. No hubo hotel sino casa de huéspedes.

Tuvimos la llave no solo de la habitación sino también de la casa, para poder salir y entrar cuando quisieramos. Llegamos a la media noche, así que lo que necesitamos era un lugar para dormir, podernos despertar temprano rumbo al río.

No sabíamos que íbamos a estar de verdad en la selva, que íbamos a estar todo el tiempo en el agua porque este invierno, la inundación del río fue mayor de lo que usualmente se espera.

Leticia nos recibió con rezagos de lluvia que nos tuvieron en el aire más tiempo del que se esperaba.... para luego tenernos en el agua más tiempo del que imaginábamos.

También fue con lluvia la despedida, pero durante el viaje, el agua estuvo pocas veces encima nuestro... casi todo el tiempo estuvo bajo alguna canoa que nos estaba llevando.

La despedida fue también de lluvia.... la lluvia es una presencia que a veces dejamos de escuchar.
 
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