Bogotá en medio de una lluvia fugaz. |
Toda perfecta, completa, compleja.
Una historia interminable que se acabó.
Descubrí un día
que también las historias interminables se quiebran
como lo hacen los cristales
o las hojas secas.
Hojas que por cierto aún no sabemos
si se suicidan
o se liberan.
Se puede llegar a perder lo que se quiso
lo que fue concedido por la magia
por la fuerza de los deseos cumplidos
o por el amor
que incluso dicen que es más fuerte.
Yo pensaba en esa historia como un producto de mis sueños.
Yo soñaba tantos sueños:
que fuera cierto, era el primero,
que fuera como me la imaginaba
que no tendiera a desaparecer.
Pero también soñaba el drama,
el drama que es parte arraigada en mis entrañas.
Y para mantener el drama
es necesario que las historias
no lleguen a ser nunca la historia
ni los amores se conviertan nunca
en el amor.
Cuando los propios sueños se oponen
unos a los otros
o no se tiene todo lo que se sueña
o se tiene solo por instantes.
Así es como lo que un día fue tejido
-por sus besos en mis sonrisas-
como la mayor de las historias
como la historia más fuerte
como la historia interminable
un día con o sin sutileza
se descolgó de las ramas que lo tenían sostenido
y sin crujir siquiera
-la historia interminable-
se acabó.
Fin.
En medio de obsesiones aparecen bandas sonoras variadas. Aleatoriamente me quedo con un silencio fugaz. Porque qué más fugaz, que un amor que nace para desaparecer.