Cuando uno esta en duelo, cualquier despedida le parece propia.
Y al menor adiós, se siente uno que sigue perdiendo como si hubiese una cadena que no se puede romper.
Cuando uno se siente en duelo,
el dolor es más fuerte que las ideas, las esperanzas, los esfuerzos, las certezas... el dolor sacude la piel y el aire que logra llegar hasta los pulmones.
Y uno piensa en pasado, y planea en pasado, y ama en pasado, y tiene una atadura difícil de liberar que lucha, ni siquiera contra el futuro, lucha contra el presente.
Siente llegar cada gesto de afecto directamente al corazón
y busca aferrarse a algo que no parezca poder perderse, irse, desligarse, desaparecer,
en últimas que parezca que nunca va a doler.
Y uno sigue en duelo, y depronto se da cuenta que se aferra a lo que naufraga para alimentar la sensación
de que los "adioses" serán el pan de cada día
que no ha llegado uno solo, sino que se agrupan y llegan todos juntos, como cobardes.
Y aunque es capaz de mantener la sonrisa tímida y la risa a carcajadas
todo aterriza en un vacío que no parece entender ningún significado
muchas cosas pasan como si no existieran.
Hay otras que en cambio, ante la sensibilidad agudizada,
se hacen visibles y uno alcanza a creer que hasta ahora existen. Y todo se tiñe de recuerdos.
Todo tiene un tiempo pasado.
Todo ocurrió alguna vez.
Todo pudo haber sido y sería, si no hubiera, si fuera.
Todo es como una trampa en la que uno tropieza varias veces seguidas.
Cuando uno esta en duelo necesita entender que la vida ha cambiado, quizá definitivamente.
Pero que hay mucha luz tras los caminos oscuros
y que aunque intenso, el dolor es pasajero, e impone al alma la necesidad de crecer.
Cuando se esta en duelo, cualquier despedida parece propia.
Se tejen preguntas y preguntas, y como recuerdo que se dijo en "El secreto de sus ojos" preguntarse tanto por el pasado no deja posibilidad abierta para mirar el futuro. Quizá hasta se esté avanzando pero se siente siempre atado.
