domingo, 28 de diciembre de 2008

El llamado del agua


Llegamos allí cuando el sonido del agua nos llamó.

Una ruta sin rumbo conocido. Habría podido resultar como el primer viaje a Chicaque, llegando a una meta que nunca se sospechó.

Es Nimaima, en Cundinamarca. Donde el río negro atraviesa y lleva consigo el aliento que da el sonido del agua, sobre todo cuando reviste fuerza y afirma, como si fuera una sentencia.

Llegar es sencillo, pero no es sencillo hacer deportes extremos cuando hay poca gente. Mucho desgaste para pocos! Por suerte, dos fuimos suficientes para que el agua no cubriera del todo y valiera la pena la ruta sin rumbo.

Y es necesario subir para descender y caminar en medio del sol y sobre la arena, para llegar al punto en donde el temor te retiene y la curiosidad te impulsa.

Cincuenta metros... de agua cayendo sobre la piel y el corazón que late con ganas.

Y el agua nos acompañó también de regreso, recordándonos que fue su llamado el que no puso allí.

Y el tiempo parecía desaparecer entre tanta lluvia y los pies se hacían invisibles mientras desaparecían entre la arena que arrastraba el agua al caer de la montaña.

Y el tiempo que se hizo espera a nuestro beneficio, y de no ser así no habríamos podido volver esa noche.

Entonces la felicidad que fue producto de la casualidad...

Y ahora la melancolía, que no tiene motivos y nace justo de la ausencia de ellos. Pero también queda una tibia sonrisa que se atreve a asomar, convencida que envolverán otros motivos, mucho más grandes y con fuerza.


jueves, 27 de noviembre de 2008

Bogotá, desde arriba!!


Y desde aquí, un pedacito de la hermosa Bogotá. Un pedacito del cielo que cubre su belleza y majestuosidad.

Desde aquí donde se arman complejos tejidos de palabras que se piensan y se actúan y se hacen realidad, aunque algunas veces, son solo sueños.

Desde aquí donde los árboles aunque sean pequeños se reconocen a lo lejos, desde aquí donde queda la Universidad Distrital.

Y yo sé claramente que no es un viaje cualquiera, no lo fue, de ninguna manera, fue más bien un paseo para conocer un mundo de gente, un montón de ideas, para construir algunas historias que se tejen como bucles, que cuando parece que se acaban, curiosamente vuelven a empezar.

Para tejer lazos que no se rompen y construir trozos de prendas que cubren las historias, y tomar fotos que evidencian las almas y leer libros que envuelven los días en su misterioso recuerdo.

Y fue un viaje que apareció allí, en medio del camino, sin saber en dónde iba a pasar la primera noche, y luego la segunda, pero cuando pase de la tercera, sabía que quería quedarme y terminar...

Y con tantos rostros envueltos, habrá seguramente en unos días, la necesidad de subir mas de estos pre textos para describir mejor lo que se oculta tras esta imagen.



martes, 14 de octubre de 2008

Así terminan los viajes


Al menos así deberían terminar.

Porque todos los pasos dejan huellas y trazan caminos que por suerte, suelen ser permanentes en la memoria.

Y uno se mueve entre palabras y cuerpos, y huellas y silencios y recuerdos.

Y el tiempo que es como la brisa mueve y hacer bulla a su paso. Y a veces que se siente intenso, inmenso y fuerte; y otras veces, parece que no existiera.

Y hay que dar gracias por todo lo que no pasó y pudo pasar... jeje. Pero sobre todo por todo lo que pasó, sin importar cómo haya pasado.

martes, 7 de octubre de 2008

La laguna que tiembla


El tabacal, La Vega

El camino hasta la laguna es muy agradable si el clima está amable, es decir, si no hay un calor insoportable que genere la sensación de que ya no se respirar o que produzca insolación.

Bueno, por lo menos desde donde nosotros lo empezamos, cuántos kilómetros tocaría caminar ¿3? ¿5?, bueno, la verdad se me olvido.

El clima se va haciendo menos cálido cada vez, porque para llegar a la laguna es necesario subir. No sé muy bien, pero está laguna esta como en la cima de una montaña. Y uno puede entrar y hacer un recorrido alrededor de ella.

Desde que se entra al parque, y de hecho desde mucho antes, es evidente que es bellísima, y que tiene todo lo necesario para disfrutar un día o al menos una tarde observándola.

Si van a ir, tengan cuidado de no escoger un día en el que vaya a haber en Colombia un temblor, como el que hubo el día que nosotros fuimos.

El temblor nos cogió de camino a la laguna, pero en medio del camino fui imposible darnos cuenta. Cuando llegamos a las tienditas de fuera del parque de la laguna, la gente estaba alterada por el fuerte temblor, nosotros a penas veníamos preocupados porque las gotas de lluvia nos estaban cayendo con demasiado frecuencia y nuestra ropa no era, exactamente, de invierno.

Aún así decidimos entrar, tomamos un par de fotos adentro y bajo la presión de la lluvia decidimos regresar!! Llovió todo el camino de regreso, tal vez la lluvia disminuyó un poco en una parte del camino en que daban ganas de decidir no dar un paso más. !Aquí me quedo! (Lo pensé pero no lo dije... tal vez me hubieran dejado ahí).

Cosas del tiempo

En Chingaza

El camino parecía eterno, no era posible suponer cuánto faltaba para llegar, entre otras cosas porque no teníamos muy claro, a dónde esperabamos llegar.

Pasaron muy pocos carros y solo a uno de ellos le pedimos información, en ese momento todavía estabamos lejos.

Hubo momento en que pareció que el camino, no se iba a acabar nunca. También hubo muchos momentos en los que queríamos que el camino por fin se terminara.

Hay cosas que ya no sirven, algunas se dañan y por eso se abandonan. Otras se abandonan cuando se dañan. En todo caso, el camino está lleno de cosas que dejaron de funcionar, que dan cuenta de una historia de mucho tiempo atrás, pero que no deja ver si quedaron abandonadas por dejar de servir, o si fue el abandono el que las dejó en ese estado.

Hay muchas cosas en el mundo que parecen tener tiempo propio, y que transportan a un momento que no es el mismo que uno cree estar viviendo.

Y hay cosas, como las bellezas que se ven en Chingaza, que hacen querer preservar los momentos, hacerlos largos y profundos, para quedarse sentado y sonreír.

domingo, 5 de octubre de 2008

Quiero volver a Chingaza


Solo estuve un día, y es un plan para mucho más.

Un buen carro, compañía y paciencia!! Es indispensable para poder llegar a esta reserva natural Chingaza.

Ropita abrigada y tiempo para poderse quedar y no salir tan pronto entra, como lo hice yo.

Un camino largo, desde el que se empiezan a ver caídas de agua por las rocas del camino. Rocas que lloran agua pura.

Un camino con cruces para venados, y venados grises de cola blanca que se detienen por un segundo, el segundo necesario para dejarse tomar una foto. A veces, la emoción no permite aprovechar bien el segundo.

Corrientes de agua pura y una vegetación preciosa.

Un lugar para hospedarse y una zona de camping. Pero se necesita tiempo... para poder disfrutar esa maravilla.

Bueno también se necesita un permiso de parques naturales nacionales, para poder entrar.

Toca obtener ese permiso, y armar el plan... porque me quede con una deuda de ver el resto de los animales que conviven con los venados grises de cola blanca que tan noblemente nos dejaron pasear por su casa.

La llegada fue hermosa entre tantos venados y caídas de agua. La salida fue una lluvia torrencial, una noche oscura y una camino sin final. Por eso es que se necesita paciencia, porque cuando uno no conoce no sabe donde termina el camino, y el tiempo se le hace eterno.

La lluvia termina por asustar, y más que la lluvia la incertidumbre. La incertidumbre sumada al cansancio, produce desespero. Y el desespero colectivo no lleva a ninguna parte.

Un poquito de constancia, un poquito de paciencia, y los conductores con los ojos muy abiertos encontraron por fin una salida. Por fortuna para el hambre que se había logrado a través del día había unos buenos burritos y unas deliciosas costillitas esperando.

¡Qué habría sido de nosotros si no!

Un buen lugar para descansar


Y aquí esta El refugio.

El lugar es mágico por dentro, y es hermoso lo que hay alrededor.

La comida también es muy rica. Ya estando aquí uno piensa en descansar un rato. Claro que si uno ha ido a dar una vuelta de un día, este hasta ahora va en la mitad del camino.

Por aquí se ven los caballos listos para subir, también se ven los pavos y las llamas.

Y si uno se detiene a pensarlo, se da cuenta que esta en medio de la hermosa naturaleza, y sin estar muy lejos de Bogotá, está en un lugar fuera de la contaminación de la ciudad y lejos del ruido cotidiano.

Un bueno libro en las manos, ganas de estar solo, o una buena compañia, hacen de este un lugar perfecto.

El refugio es restaurente y hospedaje. Es cómodo y cálido. Y cuando se asoma al balcón puede darle una mirada, desde lo alto a Santandercito.

Y uno descubre su magia cuando se toma la primera limonada y luego camina dentro de él, cuando lo rodea, cuando se puede quedar dentro escuchando la lluvia y meterse entre las cobijas. Cuando se sienta al lado de un árbol de navidad, para tomarse una foto y evitar rezar la novena. Cuando sabe que hay que salir a caminar en el frío, antes de llegar a la carpa porque ya no hay fogata posible.

Claro que lo que para unos es un sueño, para otros no existe. Prender el fuego era crear la luna para algunos; para otros la luna se había vuelto canción. Cuando los sueños se dividen, los caminos se multiplican.

Para reunir los caminos cae bien una partida de parqués, pero si el parqués no funciona... siempre queda un vino tinto o una cerveza. Todo depende del gusto de quien esté soñando el sueño...

El camino a un refugio


Si no estoy mal, Chicaque es un bosque de niebla. Lo sea o no, tiene la humedad característica de uno. Así que lo mejor, es llevar algo con capota y preferiblemente impermeable. Y si no es mucho pedir, que sea también delgado para que no genere mucho calor.

Tiene un camino real, lleno de rocas, curvas, barro y vegetación. Tiene una que otra cuevecita y un sinnúmero de silencios y sonidos que acompañan al caminante.

También lo acompaña el sonido de los caballos que hacen un recorrido del refugio a la entrada. Solo una vez he hecho este recorrido, es como un paseo de niños, como un carrusel. Un caballo tras otro, ninguno parece avanzar, pero en realidad tampoco están quietos. Se avanza a paso lento.

El camino para llegar al refugio y la zona baja de camping, es ardúo. Pero no tanto como la subida para salir de allí.

También hay una zona alta de camping, pero una vez acampé en la zona baja, nunca más quise la de arriba. Si algún día lo visita, tal vez entenderá por qué.

A lo largo del camino se encuentra un desvío del refugio, una ruta para subir al Pico del Águila. Este es un desvío corto, para tomar un camino rocoso, con una vista hermosa.

Cuando se empieza a escuchar la caída de agua, se puede reconocer que ya se está próximo al refugio. Este indicio de agua me hizo soñar con una gran cascada, pero aún no era. Para esa, aún falta un poco.

Nosotras decidimos quedarnos en la zona alta, el presupuesto no daba para más. Y después de una y otra caminada, no fuimos capaces de ir el primer día hasta el Refugio. El camino es largo y mágico, da para imaginarse cualquier clase de historias, para ver duendes, para sentir hadas, para pedir deseos, da para soñar... bueno, a veces uno está acostumbrado a que un silencio o una risa, un éxito o un fracaso, la seguridad más grande o alguna de las dudas, de para soñar... y en un lugar así, se facilita.

Estar en un lugar así se vuelve un sueño, que ya se sabe cómo cumplir.

Llegar a Chicaque


Chicaque es un parque natural privado. Se encuentra muy cerca de Bogotá, por la vía Mondoñedo, entre Soacha y Mosquera.

Un colectivo que sale de cualquiera de esos lugares, pasa por la entrada que queda en la carretera a 3 kilómetros de la entrada real del parque.

También se puede buscar un carro particular que hace el recorrido desde el parque de Soacha hasta la entrada del parque. Si no se encuentra uno facil, es muy útil preguntarle a las personas de las casetas del parque, donde venden mantequeda, almojabanas y garullas. Con ellas siempre he encontrado la información necesaria para llegar al parque.

Si uno lleva equipaje de campamento, los 3 kilómetros se pueden hacer largos. Pero si va ligerito de equipaje, el camino hasta la entrada del parque es suave. El camino es más complicado dentro del parque.

La entrada al parque tiene costo, pero usualmente no es muy caro. La última vez, que fue este año, costó $8000.

Y una vez allí, empieza el recorrido. Por lo general, debe hacerse en medio de la neblina. Las nubes se caen del cielo para acompañar el recorrido. Da la sensación de que uno muere de frío, pero con semejante caminada, no es posible.

Cerca a la entrada se encuentra una palmera majestuosa. Una señora palmera en la esquina, dando aviso de un precipicio. Mostrando la entrada a una gran variedad de vegetación, a un parque maravilloso.

Y si depronto le sucede como a mí, y la primera vez que va, no sabe si va para Chipaque o Chicaque, y en vez de buscar un parque con una cascada, busca uno con una laguna, puede terminar llegando al anochecer sin saber cuál es la ruta a seguir.

Los tres kilómetros entonces le parecerán una eternidad, y puede que le toque quedarse por fuera. En un pedacito de bosque, en la parte baja de una montaña, en medio de una noche de lluvia. Puede que olvide lo que se siente hundir el píe hasta el fondo en el barro, por estar pensando en como armar la carpa o en qué hacer si alguien intenta desarmársela.

Puede que quede dormido del cansancio, pero que no se sienta muy seguro de haber llegado al sitio indicado. Puede que solo hasta el otro día descubra, el lugar al que ha llegado...

Y si le pasa como a mí -muy afortunad@-, siempre tendrá con quien morirse de la risa, mientras en una paraje realmente oscuro le pide a un desconcido que espera un bus, si puede ser tan amable de tomarle una foto! Porque sabe que un día, se va a llenar de emoción con esos recuerdos.
 
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